Pregón Fiestas 2022

Severino Fernández Nares
Severino Fernández Nares

Pregón, dado por Severino Fernández Nares con motivo de las Fiestas a S. Roque, de 2022

¡Buenas tardes ¡

Queridos vecinos, familiares y amigos y, bienvenidos a este acto en el que vamos a pregonar las fiestas en honor a San Roque patrón de Siles y, también, a honrar a la patrona, Nuestra Señora de la Asunción.

En primer lugar, tengo que agradecer al Excelentísimo Ayuntamiento, que decidió nombrarme Pregonero, en la persona de su Alcalde Francisco Javier Bermúdez, al Concejal de Cultura Francisco Martínez y al gran asesor “para todo” Tomás Olivares. Y, naturalmente, a todos los que habéis tenido la deferencia de asistir a esta celebración, que es como el “chupinazo” (Sr. Alcalde, nos ha faltado tirar el cohete) para iniciar los numerosos y variados actos programados que no tienen otro fin que la VENERACIÓN a San Roque, y pedirle que nos libre de las epidemias. ¡Quién nos iba a decir que estaríamos sin fiestas y encerrados en nuestras casas a causa de un virus que, a estas alturas, todavía no nos ha abandonado ¡. Y, además, para nuestro asombro y desgracia, nos está llegando otro que llaman la “viruela del mono”. ¡Fijaros que suerte tenemos por estar bajo el cobijo de nuestro Santo Patrón porque a Él podemos acogernos para que nos libre de las enfermedades y epidemias presentes y futuras ¡.

Que me hayaís elegido pregonero de mi pueblo, representa un grandísimo honor. En ningún momento pensé que este hecho pudiera ocurrirme. Llegar a ser profeta en tu tierra, es algo siempre difícil de alcanzar y que es, sin duda, lo más hermoso que puede darte tu pueblo. 

De Siles guardo recuerdos felices -de los malos no guardo ninguno- que son, por fuerza, variados, profundos y, básicamente, alegres. Recordar es volver a “revivir” lo pasado, pero de otra manera diferente a como fue en su completa y total realidad. Esos recuerdos se han ido cambiando, muchos de ellos perdiéndose, porque la memoria, que no es histórica, ni democrática, ni popular, ni colectiva, sino personal e intransferible y que con el paso del tiempo sufre distorsiones, lagunas y problemas de evocación. Decía Antonio Machado: ”De toda la memoria sólo vale el don preclaro de evocar los sueños”. La memoria y la historia son como el agua y el aceite, y se parecen en una sola cosa, que son el pasado.

Os pondré un ejemplo: cuando vivía en el Paseo me parecía muy grande, muy ancho y muy largo y cuando volví, algún tiempo después, me pareció muy pequeño. O nuestra Iglesia que tenía también la idea de que era mucho más grande y lo mismo me pasó con la Ermita del Santo Patrón. Al santero que allí vivía le escribía yo sus cartas y otros documentos, como oraciones.

De mi vida en Siles podría contaros infinidad de vivencias personales, que aumentan solamente por encontrarme en esta emblemática plaza, pero contaré lo que permite el tiempo de este pregón y que considero más interesantes y divertidas. 

Siento, como una obligación moral, comenzar por recordar a unos personajes sileños -ya fallecidos por desgracia- que, aparte, de mi familia, influyeron de manera fundamental en mi vida y a los que debo gratitud eterna.

A D. Francisco Garrido, el médico que me salvó la vida. Tendría yo menos de un año de edad, y tuve un acceso de fiebre muy alta. La receta era que tomara medio comprimido de piramidón, pero alguien de la familia lo entendió mal y me dieron medio tubo y ¡claro ¡ me quedé “frito” como un pajarillo. Así, que a nuestro querido vecino D. Francisco, le debo estar hoy aquí, disfrutando con todos vosotros de este momento tan maravilloso. 

A D. Domingo Fernández que fue el maestro que me enseñó en la escuela primaria, que entonces estaba sita en la actual Calle Familia Marín; que después me preparó para estudiar y hacer el bachiller y que me hospedó en su casa en Valencia durante cuatro años, y no puedo olvidarme del papel que jugó su señora, Doña Pilar y sus hijos Paquito y Pilarcita, porque fueron mi segunda familia. Allí convivimos algunos sileños como Jósan Pérez Franco (uno de mis amigos más íntimos), Eloy Henares, Mercedes Buendía, Juanito Martínez.

Y finalmente, a Diego Jurado, practicante y Delegado Local del Frente de Juventudes, que me orientó para solicitar el ingreso en una recién creada Escuela en Madrid para estudiar Magisterio y Educación Física. (Os pido un aplauso para ellos).

Allí me fui y coincidí con otros paisanos, como Ciriaco Donaire y Carmelo Vizcaino. Veréis que estábamos por todas partes, a pesar de pertenecer a un pueblo aislado e históricamente mal comunicado. (Os pido un aplauso para ellos)

Y para que sepáis algo de la vida de este pregonero, paso a proporcionaros algunos datos, todos ellos relacionados, siempre, con nuestro pueblo.

Vi la luz en el año 1.939, y su importancia radica en que se produjo entre la terminación de la Guerra “In-Civil” española y el comienzo de la II Guerra Mundial, y debido a estas circunstancias guerreras nuestra infancia, sobre todo desde los años 40 hasta finales de los 50, que se llamaron del “hambre” -y  aunque aquí la notamos poco-, fueron de vivir en la escasez, con cartillas de racionamiento, del estraperlo, del trueque de productos, sin agua corriente en las casas, ni por supuesto con cuarto de baño, con apagones constantes de la luz. 

No teníamos, ni bicicletas, ni patinetes, ni TV (porque todavía no se había inventado), ni podíamos decirles a nuestros padres a qué playa queríamos ir a pasar el verano. En cambio, si contábamos con unas magníficas colecciones de tebeos como eran: “El Guerrero del Antifaz”; “Roberto Alcázar y Pedrín”; “Hazañas Bélicas”, etc. y novelas del Oeste. Los remojones -en cueros vivos-, nos los dábamos en las albercas que había alrededor del pueblo que servían para regar las huertas, que también visitábamos para probar sus ricos productos, y los baños los combinábamos con las pozas de la Peña del Olivar. ¿Pero sabéis una cosa?, que éramos felices y no echábamos nada de menos. Seguramente, ahora a cualquier joven le parecerá esta forma de vida un infierno, imposible de soportar, y que por más que se lo expliques no lo puede llegar a comprender. Vivir con abundancia de todo tiene sus consecuencias, y no siempre deseables

Nací en una casa del Paseo o Legio, que antes se llamaba ”Paseo de las Bolas”, cerca de la que habitaban mis abuelos Roque (Comercial) y Alberta,  que se ocupaba de atender la centralita telefónica. Mis abuelos maternos, José (Tratante de caballerías) y María vivían en el centro histórico, aquí en la Calle de la Villa, junto a la Plaza del Agua. También nacieron en Siles todos mis tíos y mis primos, así que mis raíces sileñas están muy claras. De entre mis numerosos primos hermanos quiero citar, en representación de todos, a Ismael Lumbreras Nares, por muchas razones. A los dos nos gustaba pintar y ya de mayores me vendió el primer coche que tuve, un Volklwagen, tipo “escarabajo”. 

Pero llegado a este recuerdo tan entrañable y emotivo tengo que hablaros necesariamente, de otro primo hermano: Pedro Ramal Fernández -fallecido recientemente-. Los ratos que pasábamos en el cortijo de “El Cantalar”, que era de la abuela Isabel, y que se llegaba pasado el Rio Grande, atravesando un puente de madera. son inolvidables. Allí nos bañábamos en el “Peñón la Onza” que ha quedado cubierto por el pantano recién construido. En sus alrededores teníamos muchas clases de árboles frutales. Al acostarnos y para que nos durmiéramos, la tía Victoria nos relataba cuentos y leyendas.

Fui bautizado en la Iglesia Parroquial, me impusieron el nombre de Severino por mi tío, hermano mellizo de mi padre Teófilo, y a los que se les conocía por “los mergos”. La madrina fue la tía de mi madre Mercedes, Alicia Nares, madre de Manoli que muchos conocéis y que es la persona que me informa de todo lo que pasa en Siles. Con 8 ó 9 años hice la primera comunión, momento importante de mi vida que también me llega a la memoria. En Siles me conocen por “Nino”.

El nacer en Siles, pueblo que está lleno de lo andaluz y de lo manchego, a partes iguales, señala con una marca indeleble y propia de nuestra manera de ser, de sentir y de estar en el mundo. Nuestro pueblo es y sigue siendo semillero de importantes personalidades como Maestros de escuela, catedráticos de Instituto y de Universidad, médicos, periodistas y presentadores de TV, ingenieros de montes, altos cargos de la Administración del Estado, etc.  y artesanos muy reconocidos por su pericia como sastres, panaderos, talabarteros, hojalateros, herreros, caldereros, etc. Recuerdo a los que trabajaban el cáñamo que sentados en sus bancos, al aire libre, hacían las suelas de los alpargates.

De mis correrías por las calles, recuerdo muy nítidamente, como las puertas de las casas estaban siempre abiertas durante el día -la nuestra también-, y si echaban la llave la dejaban puesta, bien porque habían ido a la Plaza de la Verdura a comprar o a la Parroquia a oír misa o a la novena, y os puedo asegurar a los que sois más jóvenes, que no se producían robos, ni nadie las ocupaba, aprovechando que en ese momento sus dueños no estaban. 

Es decir, había seguridad, confianza entre los vecinos, honradez y, sobre todo el respeto a la propiedad privada, que es sagrada y que recoge nuestra Constitución como un derecho. 

Y deciros que le teníamos un respeto reverencial a las personas mayores, a los que les llamábamos “hermanos” y “hermanas”, a nuestros maestros y, por supuesto, a nuestros padres. También digo que, cometíamos hechos propios de “gamberretes”. Explico alguno de ellos. Cuando bajábamos hacia las huertas próximas pasábamos por los lavaderos públicos de la Fuente Cascajo y en muchas ocasiones lanzábamos piedras a sus tejados que, como eran de chapa, hacían un ruido tremendo. Las mujeres salían a decirnos cuatro “cosas”, pero ya nosotros estábamos muy lejos. Otro juego más inocente consistía en tirar del picaporte de las casas con un hilo y esperar, sentados en el banco de enfrente, a que salieran a ver quién llamaba. De joven, jugaba en el equipo de futbol del pueblo, junto a Selim, su hermano Paco, Juanito, Josan Pérez, Nonete, Ciriaco, etc., algunos de ellos, por desgracia, fallecidos.

Las tardes veraniegas las pasábamos jugando al futbol en el patio de mi casa que era muy grande, y en el que mi padre aparcaba los camiones con los que trabajaba. En el Hogar Juvenil, que estaba instalado en la Casa de Falange jugábamos al ajedrez, al parchís y hacíamos instrucción militar alrededor del edificio. Mi Jefe de Centuria, fue Genito Galdón. ¿Te acuerdas?. 

También existía para los jóvenes Acción Católica y sobre todo, para dedicarse a la formación de la mujer, estaba la Sección Femenina, cuya delegada era Carmen Carrascosa Linde. El trabajo que hacían iba desde enseñar a leer y a escribir, a bordar, a coser, a hacer encaje de bolillos, a aprender cuestiones de higiene y gastronomía, la práctica del deporte, etc. Gracias a esa labor -aún no reconocida, junto a las cátedras ambulantes-, Siles es uno de los pueblos jienenses con más danzas y cantos populares diferentes como las jotas serranas (la jota de Siles), las “toreras”, las “gandulas”, las “manchegas”, fandangos y, sobre todo, las malagueñas ya sean sueltas o “agarrás” o de “Plácido”. Gracias a la Asociación de Coros y Danzas que viene funcionando, tan magníficamente, se mantienen y se acrecientan esas tradiciones y esa cultura sin par. 

Y algo que ocurría, sobre todo durante el verano, era el toque de las campanas doblando a muerto que no paraban, debido a la alta tasa de mortalidad que se daba en los niños menores de cinco años. Entonces no sabía por qué ocurría, pero hoy sí que lo sé. 

Dejar el pueblo. A partir del año 1.956 ya no volví a vivir físicamente en Siles, pero confieso que nunca me olvidé de él. Mi familia salió a buscar trabajo a otros lugares, como les ocurrió a otras muchas familias que se vieron en la necesidad de emigrar, a Navarra, a Madrid, a Francia, a Alemania a Cataluña, donde el ejemplo más claro lo tenemos en Caldas de Montbui. Allí viven 3.000 sileños pertenecientes a tres o cuatro generaciones, Y yo os pido un fuerte aplauso para esos queridos paisanos que, seguramente, a alguno lo tendremos por aquí.

Y como “no hay mal que por bien no venga”, mi familia recaló en Villacarrillo, donde conocí a Maryluz Medina con la que me casé en 1.966, nos afincamos en Granada y hemos tenido cinco hijos maravillosos que ya nos han dado cuatro guapísimos nietos.

Siles. Escribir sobre la historia de Siles me agrada enormemente. Algún artículo ya he escrito en revistas como la que edita la Casa de Jaén en Granada, que por cierto tiene en proyecto visitar pronto nuestro pueblo, y en la que presentó este Ayuntamiento con motivo de las Fiestas del año 2017. Su escudo es una estupenda síntesis que recoge su devenir histórico desde el momento que pasó a depender de la Orden Militar de Santiago, con sede en la Encomienda de Segura de la Sierra.

Y llegado a este punto, quiero señalaros algunas de las fechas que son importantes de su pasado histórico.  

Año 1.094. En el año 1.074 (siglo XI), ya aparece como bastión o torre de vigilancia fortificada en forma de cubo, levantada por los almorávides (monjes-guerreros, bereberes del norte de África), para controlar el paso entre la Sierra de Segura y el Levante, como otras atalayas que se construyeron alrededor, como Torres, Cotillas, Orcera. No existía poblamiento, sino una guarnición de guerreros-vigías que pertenecía a aquellos reinos de Taifas que en cada época dominaban estas tierras, unas veces eran los sevillanos, otras los zirís granadinos, otras los murcianos de Ibn Hud.

 Y en 1.231, dejó de ser musulmán al ser conquistado por el Maestre Pelayo (como el de Covadonga) Pérez Correa de la Orden Militar de Santiago, pasarían más de ¡150 años¡, que permaneció abandonado.

Lo más probable es que el nombre de Siles puede venir derivado de las carrascas, que en latín se llaman “Quercus ilex”. Ahí tenemos el barrio del Carrascal, y por algo será.

De todas las fechas que os voy a dar esta tarde, la que los sileños debemos tener presente y recordarla es la de 1.325, y ¿por qué razón?, os preguntareis. Sencillamente, porque llegaron a su recinto amurallado, para repoblarlo, las primeras cincuenta familias cristianas procedentes de la Serranía de Cuenca (expertos madereros), de Huéscar, de Alcaraz, de Santander, de Zamora, de Burgos, de Navarra, del País Vasco, etc. Y serían, precisamente los navarros los que nos trajeron la devoción a San Roque (os pido un aplauso para ellos), porque era un santo muy milagrero que curaba las enfermedades, y con el santo patrón llegó la tradición de correr novillos y vacas por las calles que los traían desde el campo hasta el pueblo, al modo de los encierros de S. Fermín. Y guisar en grandes calderas la carne de las vaquillas que se toreaban a fuego lento, (“despacico”, con receta secreta) durante toda la noche y luego por la mañana del día 16, una vez bendecida por el Párroco, repartirla a la gente junto con un trozo de pan, que llaman “caridad”, sin considerar su clase y su situación socio-económica, igualdad total de trato para todos, sin excepciones, ni privilegios de nadie del pueblo. Tradición que no sólo se ha conservado durante tantos años, sino que se ha acrecentado y fortalecido. 

Si partimos, según cuentan, que la primera caldera la construyó en 1.576 un tal Sesarino -un emigrante que procedía de Nápoles-, significa que han pasado desde entonces hasta la fecha casi quinientos años, ¡nada menos que cinco siglos ¡. Tendríamos que estudiar si hay otro pueblo en Andalucía que tenga esta larga tradición, y aprovecho la ocasión para brindarle al cronista-historiador local para que se investigue sobre este evento y esta tradición secular que nos engrandece. La actual caldera la hizo en 1.853 su descendiente, Blas Sesarino.

En Siles vivía algunos períodos de tiempo el Maestre D. Rodrigo Manrique, padre del poeta Jorge Manrique. 

Y pregunto: “¿qué hacía por Siles D. Rodrigo?”, porque era el recaudador de las Tercias Reales, impuesto (tema que nos suena y mucho a todos) que la iglesia entregaba a la Corona, y allí tenía una casa, llamada la “Tercia”, junto al Cubo y el cementerio. D. Rodrigo, tenía su residencia permanente en Segura de la Sierra y que quede claro, que no murió en Siles, sino en Ocaña en 1.479.

En 1.397 (concretamente el 5 de febrero), le fue concedido a Siles el titulo y privilegio de Villa, gracias a la Carta Magna firmada en el castillo de Montánchez por el Maestre de la Orden de Santiago, D. Lorenzo Suárez de Figueroa, y ya se le permitía tener mercado semanal y feria anual e independizarse de la Encomienda de Segura de la Sierra. 

Y Finalmente, -y ya no os voy a dar más citas para no aburriros- creo que es interesante que diga que en el año 1.833, al realizarse la estructuración de España en provincias, imitando el modelo francés, Siles se incluyó, definitivamente, en la provincia de Jaén, pero igualmente pudo haberse hecho en la de Albacete, por nuestra cercanía y la estrecha y permanente relación. Mi abuela Alberta, nació en las Fábricas de Riopar. Y yo, conocí antes Albacete que Jaén, capitales de ambas provincias.

El centro histórico tan constreñido y tan cerrado rompió la muralla, con los arcos de la Malena o Magdalena y de San Gregorio para expandirse a su alrededor, y así aparecerán cuatro grandes núcleos de población: la emblemática plaza del Agua -en la que se instaló el Ayuntamiento, los juzgados y la cárcel-, de allí partía la expansión, que se produjo ya en pleno siglo XX, hacía el bulevar del Paseo, llamado “Nueva Población”, y luego estaban los grandes barrios del Carrascal y del Cerrillo.

San Roque y su ermita.

Sin duda, que el monumento que más conocen, distinguen y visitan los sileños es la ermita de San Roque, construida en el siglo XVIII, extramuros del pueblo ¿Y por qué se construyó allí ?. Hasta la ermita se desplaza la gente como en peregrinación durante el día para visitar al santo, para rezarle, para hacer promesas, para entregarle reproducciones en cera de piernas y brazos que son “exvotos”, para que les resguarde de las enfermedades. Y en la ermita se curaba a los enfermos.Roque significa “fuerte como roca” y nació en Montpellier, en el siglo XIV,  era hijo del gobernador y quedó huérfano con 20 años, y atendiendo la enseñanza de Jesucristo, ”lo vendió todo, se lo entregó a los pobres y lo siguió”. Acto seguido, se marchó a Roma para ser fraile, ingresando en la Orden Tercera de San Francisco. Desde este momento dedicó toda su vida a peregrinar por Italia curando a los enfermos y a los animales. Y no murió debido a las epidemias, sino en una cárcel italiana (¡pobrecillo¡) confundido como espía. 

No se sabe la ubicación de su tumba ni cuando falleció, aunque se cree que fue en el año 1.576. Unos historiadores dicen que murió en Montpellier, que fue sepultado en un convento de los dominicos y que sus reliquias fueron trasladadas a Arlés (Francia). Pero según el texto conocido como “Acta Brevoria”, su muerte se produjo en la cárcel de Anguera (Italia). 

En el año 1.584 fue canonizado por el Papa Gregorio XIII y, actualmente, es el patrón de numerosas localidades de España, Francia, Países Bajos, Italia y de Hispanoamérica, de varios oficios y de los perros. 

Se cuenta que San Antonio Abad, patrón de los animales, debido al mucho trabajo que tenía, concedió permiso a San Roque para que se ocupase en concreto, de los perros. Y os haré una pregunta: ¿Qué lleva el perro de San Roque en su boca?. En París, cerca del Museo del Louvre, se encuentra una Iglesia dedicada a San Roque, con el nombre de Saint Roch.

Nuestra familia le tiene una especial veneración y cariño, entre otras razones, porque mi abuelo paterno se llamaba Roque, igual que un hijo. La cercanía con Alcaraz dio origen a la devoción a la Virgen de Cortes (Devoción creada por Alfonso X “El Sabio”), a cuya ermita acudían los sileños como peregrinos, muchos llegando a pie, en su festividad el día 8 de septiembre. 

Puedo seguir diciendo muchas cosas que me quedan en el ordenador, como tratar de los ricos productos que nos proporcionaban las matanzas, de las comidas más típicas como el “ajoatao”, el “ajo de harina con guiscanos” o el “ajopringue”, sin olvidarme de las migas, gachamiga, andrajos o galianos y de su rica y variada pastelería, y hasta citar los “motes” que cada familia sileña ostenta, pero el tiempo -que siempre es lo más valioso, porque se gasta y no se puede comprar-, se me acaba.

Termino, como no podía ser de otra manera, recordando a los todos los vecinos, amigos y familiares fallecidos que descansan junto al Señor, y deseándoos unas felices fiestas y advirtiendo que no os excedaís en el consumo de los ricos productos gastronómicos que en Siles se producen, porque luego lo va a denunciar la chivata de la báscula. 

Y ahora solamente me queda pediros que, con toda vuestra fuerza, gritéis conmigo: ¡Viva San Roque¡.¡Viva Siles¡. Hasta el año que viene. GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS.

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